Joseph-Antonio Ybarra, "Sebastiano Brusco. In Memoriam"

Las pymes y la política local sobresalen hoy como temas centrales en los debates sobre organización industrial y política económica. En la actualidad estos dos aspectos son esenciales para muchos de los estudiosos de las ciencias sociales en general y de la economía en particular; por su parte, los políticos han descubierto el amplio campo de programas, medidas, propuestas, e incluso el vivero de votos, que se encierra en estos dos términos. Hablar de flexibilidad laboral, descentralización productiva, trabajo autónomo, recursos del medio, capital social, conocimiento tácito, y un sinfín de términos paralelos, son hoy de uso corriente. Sin embargo, no siempre fue así. Hace 25-30 años, cualquiera que tratara sobre la potencialidad de las pymes para afrontar con éxito programas de modernización, calidad, empleo o innovación, podía ser tildado cuanto menos de disparatado. Del mismo modo, aquellos que sin renunciar a la política económica tradicional, centraban la operatividad de las medidas de mejora cotidianas en el medio social y productivo más próximo, reivindicando la conveniencia de llevar a cabo políticas locales, podían aspirar a ser calificados de insensatos. Así, de disparatado e insensato fue tratado inicialmente el grupo de analistas que tuvo la osadía de plantear un debate científico y político en el que las pymes y la política local llegaban a ser el centro del nuevo paradigma científico-social-político de finales del siglo XX y de principios del XXI. Sebastiano Brusco ha tenido el privilegio, y también el coraje, de ser uno de estos analistas, siendo un referente continuo y un animador constante de estos debates; sus aportaciones científicas y sus propuestas llegan a resultar trascendentales no solo en el análisis y la concepción del "objeto de estudio" -las pymes y la política local-, sino también por la implicación política y social que llegan a tener las ideas y las presunciones de este economista comprometido con su realidad social, en el convencimiento de que la ciencia es algo más que un compendio de ideas, siendo de utilidad para la mejora de la vida de sus congéneres.

Para entender los análisis, las propuestas y las implicaciones que el pensamiento de Brusco va a tener, cabe situar su llegada a la ciudad de Modena en 1968. Cabe advertir que 1968 es el año del mayo francés que pasa por ser la eclosión del gran movimiento social y político que a lo largo de la década de los sesenta se extiende por todo Occidente. Las huelgas laborales, los cierres empresariales, las protestas estudiantiles, los movimientos de contestación social, venían siendo manifestaciones a la orden del día en casi todos los países occidentales: Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Reino Unido, España, EE.UU., .. y por supuesto Italia con su autunno caldo. El debate político y social italiano era el mismo que se vivía en cualquier otro lugar; en realidad se trataba de recomponer ideológica y prácticamente la vida cotidiana, incapaz cada vez más de sujetarse a la jerarquía de la gran concentración industrial y al paternalismo centralista de un estado del bienestar con recursos limitados y fuertes controles. Las estructuras e instituciones que habían servido durante "los treinta gloriosos" se cuestionan ampliamente. El debate en el caso italiano alcanza una intensidad considerable dentro de la propia izquierda, limitándose el margen de maniobra entre una ideología que replanteaba la praxis tradicional de participación obrera de acuerdo con premisas socialdemócratas, hasta la aparición a través de los Quaderni Rossi de los grupos del potere operario con un marcado cariz de autonomía obrerista, de ideología marxista y con una consigna revolucionaria clara en cuanto a lucha de clases.

Es precisamente en esos momentos cuando Sebastiano Brusco llega a Modena, capital de la provincia del mismo nombre y situada en la Emilia Romagna, región de marcada tradición política rossa. Brusco, con sus poco más de 30 años, era un recién profesor de economía que habiéndose formado inicialmente en economía agraria en su Sassari natal, había pasado los últimos 5 años en Cambridge en el departamento de Economía Aplicada. ¿Qué iba a hacer Brusco en Modena? Inicialmente iba a enseñar en una facultad de economía recién fundada. Esta facultad, que sin complejos y sin prerrequisitos previos, la iban a hacer un grupo de economistas con el firme propósito de crear una "escuela que produjera cuadros para la industria". Esta escuela nos diría Brusco, nacería como lo hacen muchas de las cosas importantes en la Emilia, de un compromiso entre las fuerzas políticas y sociales, en aquel caso del PCI -representado por el alcalde- y de la Democracia Cristiana -en la figura del Presidente de la Cámara de Comercio-. Llamada en sus comienzos la facoltà rossa, intenta hacer una comunidad científica "comprometida" con el estudio de las cuestiones macro-económicas complejas, pero sobre todo con el trabajo de la gente, con el modo de organización industrial, analizando directamente los lugares de la producción, aquellos lugares que habían sido periféricos y descuidados por muchos otros economistas (la mayoría) hasta el momento. Los centros de interés no se centraban en profundizar sobre el desarrollo lejano, sino en un desarrollo próximo y propio. Con el tiempo la escuela de economía de Modena serviría para mejorar sensiblemente los aspectos a afrontar en cuanto a las preocupaciones locales y regionales, tanto en lo que corresponde a la administración pública como a cuestiones empresariales e industriales.

En la creación de aquella facultad Brusco participó activamente. Hasta el momento lo que él podía aportar era un bagaje teórico de acuerdo con su formación: Marx, Wicksell, Sraffa, teoría del valor, de la distribución... Pero el compromiso con la realidad le exigiría algo más. Y así empieza la larga marcha científica de Brusco. Como nos confiesa, "antes de llegar a Emilia, una fábrica verdadera no la había visto nunca". Su mundo hasta el momento no pasaba de lo que había contemplado en Cerdeña, la agricultura, el mar, alguna actividad más o menos singular, y lo que Cambridge le había enseñado, modelos teóricos de desarrollo y la controversia sobre la teoría del capital. Por ello, cuando Brusco pisa la Emilia, imagino que queda fascinado. Se introduce en un mundo donde los esquemas organizativos industriales responden no solo a aquellos modelos teóricos aprendidos en abstracto sobre monopolio o teoría de la dependencia, sino también y sobre todo, a algo nuevo no explicado hasta el momento cuyo protagonismo se centra en la pyme. Su punto e atención, como en casi todos los estudios que posteriormente lleva a cabo, es incidir en el sujeto, el individuo, las gentes, las personas, su trabajo, su bienestar. La sensibilidad por la creación del valor en la sociedad le conduce a plantearse una y otra vez la misma pregunta ¿cómo y de dónde surge este valor?, ¿qué tipo de trabajo es el que permite alcanzar el mayor bienestar? ¿con qué tipo de organización? Es desde esta perspectiva desde donde se adentra en el mundo de la pyme, del trabajo artesanal, de la organización industrial, de la política local, de los servicios reales al territorio y a la empresa. El objetivo inicial de la investigación era mostrar la relevancia de las condiciones de trabajo y de la tecnología en la Emilia en algunos sectores como la cerámica, el textil o la metalmecánica.

De esta manera es posible pensar que aquello que se entendió como el "pensamiento modenese" estaba impregnado de lo que Brusco, entre otros, iba aportando en sus investigaciones, en sus concepciones "no ortodoxas" de economía. Así, se partía del trabajo como unidad central del análisis económico y como medida del progreso técnico y del intercambio. No obstante, esa centralidad que podía tener el trabajo en el pensamiento de los clásicos debía ser matizada porque si bien es cierto que sin trabajo no se concibe la creación de valor, la distribución de valor -el bienestar- no está garantizado por el capitalismo, además de que esa creación de valor podría estar modificada sensiblemente por las características del trabajo de que se tratase. Así entre las convicciones con que se razona es que el trabajo, reducido a mercancía, a puro coste social y reproductivo, no existía. No era cierto, entendía Brusco, que la única manera de producir riqueza fuese a partir de la división que existía en el trabajo, entre quien proyecta y planifica el proceso y quien se limita a ocupar un puesto de trabajo en la gran maquina estatal o en la empresa monopolística privada; existía un espacio de libertad para el técnico y el artesano innovador que no será destruido.

Se es consciente que el trabajo y la tecnología eran componentes más importantes que el capital, las finanzas, la bolsa y la técnica empresarial para analizar la economía y participar en el futuro de un país .Se estaba convencido de querer hacer una nueva economía a partir de las regulaciones del mercado y del desarrollo, pero también de una nueva centralidad del trabajo, trabajo liberado, inteligente, productivo. El trabajo era el centro sustantivo de creación de valor; en ello se coincidía con los clásicos, pero se hacía de forma diferente a ellos. De esta manera, todo, el mercado, la competencia, la jerarquía de la industria, de la empresa,.. todo en el pensamiento modenese son modos diferentes de organización del trabajo. Entonces, el punto central, histórica y técnicamente a analizar, la variable independiente siempre es el trabajo, "la organización del trabajo", y con ello se llega a entender la economía y la sociedad. Así, Sebastiano Brusco durante mucho tiempo se ocupa del análisis del trabajo concreto, en sus variantes particulares, en la forma humana y evolucionada, en el trabajo del artesano técnico. Así Brusco, cualquier aspecto económico era capaz de encontrarle rastros humanos, profesionalidad técnica, saber-hacer...., sin lo cual nada es posible, ni siquiera el desarrollo del capitalismo. El trabajo en general será el centro de la sociedad, la base de la comunidad local y nacional, la expresión histórica de la ciudadanía, y en concreto, el trabajo artesanal e independiente, será la alternativa a la gran maquina burocrática y a la empresa monopolística.

Entonces, aunque inicialmente sus investigaciones podrían estar en la línea de preocupación de los cánones científicos y políticos al uso ¿cómo debería adaptarse la pyme a la gran corporación industrial?, ¿dónde se encuentran las economías de escala?, ¿cómo mejorar el trabajo descentralizado?, ¿qué hacer para alcanzar la eficiencia del trabajo y de la empresa? La organización industrial y las características del trabajo dependiente eran los ejes en los que discurrían esas preocupaciones. Los unos entendían que las grandes organizaciones industriales difícilmente iban a ceder sus privilegios si no era a través de un control obrero directo; los otros consideraban el trabajo dependiente un mal menor cuya alienación del individuo podría ser superada a través de las actuaciones paternalista del estado. Sin embargo, Brusco, con un planteamiento de izquierdas, se enfrentó a los cánones dogmáticos de la izquierda de su momento. A través de sus investigaciones se convencía cada vez más de encontrar en la Emilia dos aspectos que podrían replantear los dogmas políticos y científicos al uso: la organización industrial eficiente a través de un modelo productivo descentralizado y la existencia de un tipo de trabajo independiente hacedor de valor con participación de la creatividad del hombre. Este modelo podría ser idealizado, pero existía en algunos enclaves de la industria de la Emilia; se trataba entonces de profundizar en ello e ir conformando un cuerpo teórico que lo avalase. Y empieza a tirar de una larga cadena para poner de manifiesto aquellos aspectos que viniesen a demostrar lo que estaba ocurriendo. Primero fue su visión critica del trabajo a domicilio de la Emilia advirtiendo cómo el trabajo en esas condiciones estaba mal pagado y era peor que el que se hacía en las grandes empresas, entonces ¿cuál podría ser la solución?, ¿considerar las ventajas de la gran concentración fordista?; su posición es que había algunas empresas que aparecían subordinadas a las grandes, pero que en algunos casos existían posibilidades de ser eficientes, encontrándose economías de escala en el medio externo, mejorando a la vez las condiciones del trabajo.

La creencia convencional manifestaba la superioridad de la gran empresa ante la pyme en tecnología, en oportunidades de empleo, calidad de este empleo, volumen de producción, calidad de esta producción, etc. Ello era un dogma de la economía industrial que influía en el ámbito social, financiero, político, sindical,.... estaba en el lenguaje y en subconsciente de la gente y de los dirigentes. Sin embargo, la tesis de Brusco, al destacar la lógica de la pyme frente a la lógica de la gran empresa, advirtiendo que podían existir oportunidades para aquellas empresas y para el trabajo que se realizaba mediante ese sistema, en aquel momento significaba un auténtico sacrilegio. Hay que pensar que Brusco fue esencialmente un profesor cuya vinculación al mundo académico en alguna medida le era forzosa. Imagino que en esos momentos su relación con la academia no sería muy favorable; entiendo que serían tiempos difíciles para un Brusco que planteando esquemas interpretativos diferentes, no sería bien visto. Hasta el momento, la lógica de la pyme y del trabajo independiente, era un esquema que estaba casi siempre definido como marginal y en negativo. Muchos economistas italianos habían reducido la interpretación a una sola escala, la de la gran empresa con una periferia enferma y anclada en la dependencia.

Si esto ocurría en el plano académico, en el plano político y sindical no sería menos. El paradigma político-social-económico estaba fundamentado en la gran empresa, en el trabajo dependiente y en los beneficios que aportaba la gran concentración. Italia podía ser el ejemplo significativo al respecto con las grandes concentraciones del norte y los trasvases humanos y de capacidades desde el sur. La eficiencia del sistema se manifestaba entonces a partir de una política de solidaridad que desde el norte pretendía equilibrar los problemas que ella misma había creado. Precisamente, el rompimiento de esas ideas, con las propuestas de una izquierda no tradicional, viniendo desde Modena -templo de la izquierda-, desde una facultad hecha con el consentimiento de la izquierda, podía ser algo lleno de dificultades que le valiera a Brusco más de un disgusto.

Aparece entonces una controversia importante entre los sujetos del gran cambio que podía adivinarse. Se percibe lo que podría ser una batalla política y cultural ante el comportamiento de los trabajadores prisioneros de las grandes fábricas y de la jerarquía, batalla que se abría en otros frentes de la izquierda y de la academia. Así, se está cuestionando que la gran fábrica funcione mejor que la pequeña, que las economías de escala sean determinantes, que estas puedan alcanzarse en una fase sola del proceso productivo (con lo cual se está abogando en pro de la descentralización productiva) o que la dirección centralizada produzca una calidad de trabajo superior a la de la pyme artesanal. Con Brusco se adivina un mundo económico que va emergiendo con las pyme, pero no solo con esta estructura organizativa, sino con la confianza, con la colaboración, con la innovación, con el lenguaje, con la cultura, con el trabajo, con la profesionalidad. El mundo se abre a gentes nuevas, con crédito, con cambios, donde ya no solo importa la visión y los intereses de las grandes corporaciones industriales y los grandes grupos financieros. La Emilia podía ser la punta del iceberg, el mascarón de proa de un país rico en economías pero pobre en análisis. Por ello, a partir de Brusco, con su modelo de la Emilia, se puede hablar del modelo de la Terza Italia.

Y es que Brusco explica los fenómenos de una industrialización diferente, no al uso, no a la anglosajona, en clave de pymes. Ciertamente que la riqueza de Italia no la tiene Inglaterra en cuanto a formas de hacer economía. Así, los modelos económicos dominantes se derivaban de aquello que explicaba la industria industrializadora, los modelos de inducción, ... los esquemas típicos anglosajones. En cambio en la Emilia las cosas aparecían de otra manera; existía una fuerte y rica agricultura que extendía sus relaciones hasta la industria, una estructura industrial diversificada sustentada en las pymes. ¿Qué era todo aquello?, ¿podría ser algo más que una anécdota? Brusco va conformando un modelo en la medida que analiza la realidad, incluso va a plantear la necesidad de implementar políticas económicas locales en la medida que vaya viendo aquellas oportunidades.

Así, la relevancia de Brusco en cuanto a su aportación no puede verse limitada a un compendio de trabajos de economía regional, industrial o laboral cuyo marco de referencia es la Emilia. Pronto los trabajos de Brusco van a situarse en el centro de los debates teóricos y políticos más relevantes de Italia, y se trasladarán en el ámbito internacional. De hecho Sabel, y sus aportaciones en su best seller, junto con Piore, no hubieran sido posibles sin la mano descubridora y anfitriona de Brusco, acompañante desprendido y excelente director de un maravillado y aplicado discípulo, como fue Sabel en su visita a la Emilia en aquellos momentos. Con Brusco se rompe la tradición historicista de interpretar la industrialización y el crecimiento derivado de ella como un modelo único, secuencial, ordenado y contextualizado, semejante al que fue el modelo inglés. Quizás por ello quepa tratar a Brusco como el Braudel económico, el Hirschman italiano o el Polanyi de la pyme, y es que llega a hacernos percibir que la historia de la Emilia es la gran historia nunca contada, o si se quiere, parte sustantiva de la gran historia que está transformando el capitalismo actualmente. A partir de Brusco y del grupo de economistas influenciados por el pensamiento modenese, la economía se ve y se interpreta de forma muy diferente a como se hacía. Cierto es que su huella empieza en Modena, pero sus implicaciones llegan mucho más allá del ámbito italiano que analiza, hasta el punto que esas interpretaciones llegan a ser uno de los pilares que permiten pensar en los cambios de paradigma de finales de los XX y de principio del siglo XXI. Con Brusco se empieza un discurso económico nuevo, discurso que por supuesto empieza en la Emilia, pero que se extiende al lenguaje económico más general y también al político. Es por ello que la obra de Brusco no puede analizarse sin tener en cuenta esta perspectiva histórica, es una pieza que viene a construir parte del universo económico en que se mueve Occidente en la actualidad.

La obra de Brusco no es la de un oportunista que lleva a cabo un trabajo después de ver un filón interesante. Más bien es la de un científico que arriesgó y se comprometió, a base de ir contracorriente ¿cómo explicar una Italia de detrás de las grandes empresas y de las grandes catedrales económicas? En sus planteamientos no caben dogmas ni doctrinas aprehendidas sin reflexión y contraste. Sus trabajos son análisis detallados, grandes murales de la vida económica cotidiana de la Emilia Rogmana con dos grandes pilares: un profundo conocimiento de la industria y del trabajo; y unos amplios conceptos teóricos sustentados en Sraffa, Marx, Penrose, Hirschman, etc.

Sus análisis los hace siempre inicialmente en clave práctica, no en clave teórica. Tiene una frase que sentencia esta forma de proceder "....noi parliamo troppo con i libri, e troppo poco con la gente. E questo è molto grave visto che ambedue le cose sono indispensabili al nostro mestiere". Su preocupación no residía en amoldarse a un modelo teórico, sino hacer modelos interpretativos que sirviesen a la realidad. Ir construyendo el modelo o los modelos, sobre la base de la realidad. La realidad primero, y la teoría llegaría, si cabe, después. Su método de trabajo, de exposición, de transmisión, de enseñanza, era similar, siempre el mismo: pasaba de lo concreto a lo más abstracto después de haber detallado con precisión los aspectos de la realidad. Hablaba en clave cotidiana, de los sujetos, de los personajes, de los protagonistas, de sus problemas, de cómo hacían para superarlos, qué relaciones permitían avanzar, qué mecanismos podían ser más útiles. Todo ello lo pasaba por un amplio tamiz teórico suficientemente vasto, hasta deducir con rigor aquellas propuestas prácticas que pensara podían resultar más acertadas. Así sus investigaciones no serán solo un compendio de hechos, sino que van a basarse en un potente bagaje teórico cubierto con la teoría del valor de Marx, la organización industrial de Penrose, los enlaces de Hirschman o la visión sobre la evolución tecnológica de Rosenberg entre muchos otros autores.

Sus contribuciones científicas son una colección de datos recogidos con esfuerzo, con meticulosidad, con gran cuidado. Confeccionaba sus propias estadísticas para poder opinar sobre lo que estaba valorando; desconfía de las estadísticas oficiales, de la información aproximada y de segunda mano; quería ver siempre la fábrica verdadera con sus propios ojos y sin prejuicios; así decía "la calidad de los datos es una condición necesaria para la calidad del trabajo científico" y por ello el amor por los hechos es una de sus características, advirtiéndonos "está bien claro: no pienso que pueda ser útil simplemente "escuchar" los datos; los datos sin una teoría que los interprete, o que directamente ayude a definirlos o identificarlos, no existen".

Sebastiano Brusco amaba los hechos, la narración, la experiencia concreta, huía de la disputa estéril sobre modelos teóricos y abstractos, sin ningún nexo evidente con los fenómenos reales. Sus intervenciones públicas las llenaba de lugares, personas, historias, anécdotas que fuesen reconocibles. Llevaba siempre un elemento de concreción y de realismo al razonamiento económico. El lenguaje usado estaba lleno de simplicidad y humanidad, sin razonamientos abstractos y pocas expresiones matemáticas, en cambio con abundante terminología técnica y ricas referencias históricas que hablaran de trabajo, tecnología, instituciones y relaciones sociales y productivas. Brusco fue así, el economista que tuvo capacidad humana para observar las cosas y a sus conciudadanos, analizar científicamente esta realidad y trasmitirlo en clave popular y un lenguaje corriente.

Se preguntaba, ¿cómo era posible hablar de economía industrial sin haber visto jamas un torno o una fresadora? ¿Se podía hablar de economía del trabajo, del salario o de la calidad del trabajo sin que se hubiese hablado y discutido con sindicalistas, empresarios o trabajadores? Del mismo modo opinaba en cuanto se tratara del desarrollo del territorio sin considerar las opiniones de los gestores y administradores locales, las asociaciones empresariales o las de los responsables de centros de servicios. Entendía que en esos casos, se podrían decir cosas interesantes pero sin conocimiento directo. Sin un análisis profundo y apasionado de la sociedad y de la economía, es difícil captar un asunto de investigación, una sugerencia política o una conclusión que resultase relevante. Siempre recordaré a Brusco como una persona meticulosa en sus trabajos, apasionado en sus convicciones, comprometido con sus semejantes, inteligente en sus comentarios y honesto consigo mismo.

Como nos advierte Rullani, "Brusco pretende adentrarse en el "objeto de estudio", como lo haría cualquier antropólogo que vive de forma ideal y práctica el descubrimiento de los matices, de las diferencias, de las verdades de su tribu, de su grupo. Así Brusco lo hace con la pyme, con sus distritos, con sus actores, con sus políticos y sus administradores; con la firmeza de ser uno de ellos y uno por ellos".

Y así va edificando un gran universo científico centrado en el territorio y en la pyme como manifestaciones de la modernidad postfordista y aún no valorado suficientemente. En este universo destaca la unión entre tecnología, productividad, condiciones de trabajo y eficiencia. De esta manera cabría advertir la conformación de un modelo teórico de desarrollo. Su modo de interpretar el desarrollo económico le conduce a profundizar en las relaciones sociales y en las relaciones económicas. No obstante, como viene a destacarnos Margarita Russo, la originalidad de Brusco cabe observarla en dos aspectos. Primero en la forma cómo se enfrenta al desarrollo local, un terreno que en el marco del análisis económico no aparecía como disciplina; hasta el momento era considerado un tema marginal como podía serlo la economía regional o la geografía económica. Y en segundo lugar, por lo se refiere al método; el análisis del desarrollo que proponía Brusco debía inventar sus instrumentos para destacar las relaciones entre los factores económicos, mecanismos sociales e institucionales; son precisamente la especificidad de estos enlaces, de estas relaciones las que permiten darse cuenta cómo en un lugar y no en otro, y en un cierto momento y no en otro, encontramos condiciones económicas, sociales, e institucionales, ciertos niveles de renta, de riqueza, cierta distribución del crédito, ciertas instituciones sociales. Sus análisis explican la multiplicidad de mecanismos y de relaciones que se establecen en una sociedad; relaciones económicas entre sectores, entre sujetos, entre individuos, entre instituciones, etc. hasta conformar un "social network". Por ello se entiende que Brusco era un economista que sabía mirar el mundo. Y ello le lleva a escribir "el modelo de la Emilia" que publicado primero en italiano y después en inglés es el trabajo e Brusco que mayor audiencia ha tenido en la comunidad científica.

El descubrimiento aquel era un descubrimiento rico, costoso, hecho con mucho esfuerzo, pero era un descubrimiento que mantenía una pregunta abierta ¿cómo hacer de él una representación teórica, cómo hacer un modelo teórico? La oportunidad para ello se la brinda el grupo florentino de Becattini. De esta forma ocurre que Brusco se encuentra con Marshall y con su amigo Becattini a través de la gente, del trabajo de la gente, de la cotidianidad, de la especificidad. Porque el descubrimiento de Brusco no fue nunca un planteamiento teórico previo; más bien vino a refrendar el cuerpo teórico emergente en la concepción de Becattini. Así Brusco llega al distrito industrial por una vía no convencional, por una vía original diferente de la de Becattini; una vez en él, es uno de los fervientes mentores y defensores. Y cabe advertir que aunque la vía sea diferente, converge con en la importancia del tema y la relevancia que la concepción del distrito tiene en el ámbito mundial.

Al margen de sus concepciones teóricas o de sus aportaciones de carácter histórico en el marco del distrito industrial, hay un tema que en la concepción de Brusco sobresale de manera significativa; es su firmeza en la aplicación política del concepto de distrito. Quizás sea este un aspecto que quedó por desarrollar suficientemente, pero hasta donde pudo ocuparse, su propuesta es la de intervenir en el apoyo de la red de empresas a través de inversiones finales para que la comunidad de productores fuese más eficiente; intervención en dotación de servicios reales, centros de competencia, centros de servicios tecnológicos y cualquier otra cosa que la mano visible del Estado pueda hacer para hacer-alcanzar que la comunidad sea más eficaz. La idea no era tan original en tanto que el equilibrio no se alcanza sin la mano visible de la decisión colectiva. El mercado era un recurso institucional importante para no demonizar, pero tampoco para mitificar. La gran empresa y las economías de escala no eran el único motor de las naciones más avanzadas, las inversiones son una herramienta importante para el funcionamiento de la sociedad, por ello no puede dejarse a la decisión individual impulsiva. Con ello Brusco hace frente a dos problemas, el de la conformación de distrito como concepto operativo de política económica local, y como propuesta de política industrial específica a desarrollar en el distrito para su propio desarrollo. En definitiva, la trayectoria de Sebastiano Brusco, una larga y fructífera vida con un sinfín de aportaciones concretas para la mejora de la vida cotidiana del mundo en que participó.

¿Qué relación tuvo con España? A mi juicio menor de la que hubiese sido conveniente. Creo que Brusco no conocía la economía española, y si la hubiese conocido, hubiese sido un magnífico maestro en temas relativos a pymes. Visitó varias veces España para asistir a algunos congresos y reuniones científicas. Se le tradujeron dos artículos además del capítulo de un libro en el que él participaba, y poco más. Una figura que seguro llegará a ser un gran amigo para muchos de los economistas y sociólogos españoles interesados en hacer una economía y una sociedad mejores a partir de la realidad y de los hechos. Esperando respetar sus convicciones, descanse en paz un gran economista y un querido amigo.


Este escrito está realizado con las opiniones expuestas días después de la muerte de Sebastiano Brusco (28 de enero de 2002) y publicadas en diversos medios italianos por, entre otros, por Giacomo Becattini, Alessandra Carini, Paolo Gurisatti, Enzo Rullani, Fernando Vianello, Margherita Russo y Sergio Paba. Además de mis recuerdos personales, también se ha utilizado una obra que compendia suficientemente el pensamiento de Brusco, Piccole imprese e distretti industriali, Torino: Rosenberg and Sellier, 1989.

[Ultimo aggiornamento: 10/09/2012 10:23:55]